La epistemología
platónica está directamente relacionada con la metafísica. Ahora que ya sabemos
cuál es la verdadera realidad (el mundo de las Ideas) tendremos que
cuestionarnos cómo nos es posible acceder a esta. Platón desarrolla a lo largo
de sus diálogos tres tesis distintas sobre el conocimiento humano.
La reminiscencia:
conocer es recordar
Este principio es
planteado por Platón para resolver un problema que ya formularan en su día los
sofistas: ¿Cómo es posible el conocimiento humano, si éste consiste en ir en
busca de lo que no se conoce? Lo que se cuestiona aquí, dicho en otras
palabras, es cómo es posible encontrar la verdad si no se sabe cuál es la
verdad. Para resolver esta aporía, Platón
recurre a la tesis de la reminiscencia: en realidad, el ser humano no conoce
las cosas, sino que las reconoce. Para Platón, el alma existe antes de
encarnarse en un cuerpo, y conocía ya todas las Ideas (no olvidemos que el alma
humana es afín a las ideas). Lo que ocurre es que al
nacer olvida todo lo que sabe, y necesita que el conocimiento sensible sirva
como provocación a ese conocimiento perdido. Es este uno de los pocos momentos
en los que la sensación recibe una valoración positiva: sirve como ocasión para
desencadenar todo un proceso imparable de conocimiento que nos llevará de nuevo
hasta las Ideas.
Esta teoría, que
aparece mitológicamente expresada en el Fedro, encuentra una contrapartida práctica
y un desarrollo conceptual en el Menón, diálogo en el que Platón nos
relata la escena del esclavo. En este diálogo, Sócrates le pide a Menón que
traiga un esclavo, para demostrar cómo es posible que éste recuerde, a través
de sencillas preguntas, conocimientos matemáticos que no ha podido aprender a
lo largo de su vida. Sócrates tan sólo pone una condición, al preguntar a Menón
sobre el esclavo: “¿Es griego y habla griego?”. Con esta sencilla condición,
Sócrates logra que el esclavo demuestre de un modo geométrico, a partir de
ingeniosas preguntas, el teorema de Pitágoras. En una tesis aparentemente
sencilla, como la de la reminiscencia, no sólo aparecen las ideas innatas, sino
también una honda teoría del lenguaje sobre la que Platón habla en otros
diálogos.
La dialéctica como
modo de conocimiento
En los diálogos de
madurez van desapareciendo las referencias a la reminiscencia, para dejar paso
a un concepto que irá tomando cada vez más peso: la dialéctica. Esta palabra
tiene en Platón dos sentidos:
1. Entendida como método:
en los diálogos iniciales consiste en el juego de preguntas y respuestas que
pone en práctica Sócrates con el fin de llegar a la verdad. El fin último de la
dialéctica sería lograr la definición de las cosas, o solucionar las cuestiones
que se debaten en los diálogos.
2. Entendida como ciencia
(como saber): sería el más alto grado de conocimiento y consistiría en la
contemplación intelectual de las Ideas. Aquel que logre conocer de un modo
dialéctico es capaz de mirar con su razón, con su inteligencia, directamente a
las Ideas, y por ello, será el considerado “sabio”.
Platón expone las
diferentes formas de conocimiento en un pasaje de la República, conocido como
el “símil de la línea”. Este fragmento es particularmente importante: en él no
sólo aparecen todos los grados de conocimiento, sino que también se explica la
relación existente entre la metafísica (el ser, la realidad, duplicación de los
mundos) y la teoría del conocimiento. Platón distingue las siguientes clases de
conocimiento:
1.
Opinión (doxa): es el conocimiento sensible, cuyo objeto
son las cosas materiales. Ésta a su vez se subdivide en otros dos tipos
de conocimiento: la imaginación y la creencia. La imaginación
(eikasía) es el conocimiento de imágenes, y es el conocimiento más imperfecto.
Por encima de este (pero aún dentro de la opinión) estaría la creencia (pístis),
que sería el conocimiento de objetos. El mundo de la opinión es el propio de
los sofistas: éstos tendrían razón al decir que no existen verdades absolutas
si la única realidad existente fuera aquella a la que podemos acceder a través
de la opinión. Sin embargo, como sabemos, Platón afirma la existencia de otra
clase de realidad y por tanto de un tipo de conocimiento superior.
- Ciencia (episteme): es el conocimiento inteligible, cuyo objeto son las Ideas, el ser eterno e inmutable. La ciencia también se divide en otras dos formas de conocimiento:
La
inteligencia discursiva (dianoia)
· El
pensamiento (noesis).
La inteligencia discursiva
es el pensamiento propio de las matemáticas. Se trata, efectivamente de un conocimiento
superior a la opinión (es más abstracto), pero requiere aún de una apoyatura
sensible, sea una figura geométrica o las líneas de una demostración. La inteligencia
discursiva es la que “discurre” de una premisa a otra, la que razona con figuras.
La matemática (y todo el razonamiento lógico) necesitan apoyarse en presupuestos
previos, por eso aplican un conocimiento discursivo descendente (de los presupuestos
a “lo deducido”). Sin embargo, el pensamiento (como resultado último de la
dialéctica) prescinde de cualquier apoyatura sensible, de cualquier referencia
a algo material. Su conocimiento es discursivo, sí, pero ascendente: se parte
de la contemplación directa de una Idea, y a partir de ésta se va descubriendo
las relaciones que hay entre las distintas Ideas (la symploké de la que hablábamos
antes). El dialéctico no recurre de ningún modo a imágenes o cualquier otro
material sensible.
Además, la dialéctica
incluye un segundo momento (particularmente importante en su aplicación
práctica) que es el descenso desde la Idea Suprema al resto de Ideas, logrando
así una visión conjunta de las todas las Ideas y sus relaciones. De hecho, las implicaciones
prácticas de este camino de descenso aparecen en el mito de la caverna, donde
Platón defiende que es necesario que el dialéctico esté dispuesto a descender
al mundo sensible y enseñar a los demás a alcanzar el conocimiento de las
Ideas. ¿Cómo se llega a esta “contemplación” de Ideas? Platón no es del todo
claro al respecto (y muchos autores posteriores negarán que exista tal
conocimiento). Lo que sí está claro es que todo este esquema deja ver la
valoración platónica del conocimiento abstracto. Por ello no es de extrañar,
por ejemplo, que Platón pensara que las matemáticas son uno de los saberes más altos
(tan sólo superado por la dialéctica) y que considerase que la matemática era
un ejercicio muy adecuado para prepararse al conocimiento de las Ideas.
Por otro lado, el símil está también relacionado con el mito de la caverna: la ascensión
que describe Platón de una forma metafórica en el mito, aparece recogida de un
modo conceptual en el símil de la línea.
El amor como vía de
acceso a las Ideas
El amor es
considerado por Platón una vía privilegiada de acceso al mundo de las Ideas.
Sería una especia de “dialéctica emocional”, en la medida en que, por medio del
amor, también nos vemos involucrados (de un modo emocional o experiencial) en
un proceso abstractivo similar al que ejecuta la dialéctica. El amor, en su
expresión más alta, consiste para Platón en una idealización o
“desmaterialización” del objeto amado: lo que comienza como una mera atracción
física (en el mundo sensible) puede terminar llevándonos hasta la Idea suprema.
El proceso podría ser descrito del siguiente modo: se comienza amando un cuerpo
bello, de ahí se pasa al amor por la belleza del alma de la persona amada. A
partir de aquí se ama todas las almas bellas, hasta llegar a la Idea de
belleza, y de ésta a la Idea suprema. El amor sería una forma de ir ascendiendo
por diversos grados o escalones, desde lo concreto hasta lo más abstracto,
pudiéndose llegar incluso a la Idea de Bien. Así queda reservada una vía
emocional y experiencial, un modo de acceso a las Ideas para aquellos que
quizás no pueden conocerlas de un modo intelectual.
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