SECCIÓN
A
Epístola
al lector,
Pongo
aquí en tus manos lo que ha sido la entretención de algunas de mis horas
ociosas y graves. Si te tocara en suerte entretener algunas de las tuyas con
este tratado y si obtuvieres de su lectura sólo la mitad del placer que me
causó escribirlo, tendrás por tan bien gastado tu dinero como yo mis desvelos
[...] poco sabe del entendimiento quien ignora que no solo es la más elevada
facultad del alma, sino también aquella cuyo ejercicio entrega mayor y más
constante placer. Porque su búsqueda de la verdad es una especie de cacería, en
la cual el perseguir a la presa es ya buena parte de la entretención. Cada paso
que da la mente en su marcha hacia el conocimiento, le descubre algo que no es
sólo nuevo sino que además es, al menos por algunos momentos, lo mejor.
Porque
el entendimiento es como el ojo, el cual juzga de los objetos sólo por su
propio mirar. Se alegra con cuanto descubre y no se apena por lo que se le escapa,
puesto que lo desconoce. Así son las cosas para quien se ha logrado erguirse a
sí mismo por encima de la caridad y no vivir de ocioso, con las opiniones
mendigadas a otros. Cuando tal persona pone a trabajar su propio pensamiento para
buscar y seguir a la verdad, no dejará de sentir el placer del cazador,
cualquiera sea la presa que logre.
Cada
momento de esfuerzo premia su empeño con algún deleite y no tiene razones para
considerar malgastado su tiempo, aun cuando no pueda jactarse de haber cazado una
presa de importancia.
Tal
es, lector, la entretención de los autores cuando dan alas a sus propios
pensamientos para verterlos por escrito. No envidies su placer, puesto que
ellos te ofrecen otro equivalente, siempre y cuando emplees en su lectura tus propios
pensamientos. A ellos, si son realmente tuyos, es que me dirijo. Pero si tus
pensamientos son prestados de otro, poco me importa cuáles sean [...] No vale
la pena interesarse en lo que dice o piensa, quien sólo dice o piensa lo que
otro le manda.
Hay
objetos que es preciso examinar por todos lados. Cuando se trata de una noción
novedosa, como son algunas de éstas para mí (o cuando la noción se desvía del camino
habitual, como temo pueda parecerles a otros que sea aquí el caso), una sola
mirada no basta. Ni para franquearle la entrada en todos los entendimientos, ni
para fijarla allí con una impresión clara y duradera [...] pocos habrá, creo,
que no hayan observado en sí mismos o en otros que, aquello que expresado de un
modo resultaba muy oscuro, expresado de otro modo resultaba muy claro e
inteligible [...] no todo halaga por igual a la imaginación de distintas
personas. Nuestros entendimientos son tan distintos como nuestros paladares. Quien
crea que la misma verdad, aderezada de un mismo modo, será disfrutada por
todos, es como quien supone que se puede dar por igual en el gusto a todos con
un mismo plato. La vianda podrá ser la misma y el alimento bueno. Sin embargo,
no todos podrán aceptarlo con esos condimentos. Y tendrá que ser aderezada de
manera distinta si ha de ser aceptable para quienes sean de fuerte
constitución.
[...]
mi propósito al publicar este tratado es el de ser lo más útil que pueda. Esto
hace necesario que cuanto tengo que decir sea dicho de manera tan fácil que sea
inteligible para una clase tan grande de lectores como me sea posible.
Prefiero, con mucho, que quienes están acostumbrados al pensamiento
especulativo y sean perspicaces se quejen del tedio de algunas partes de mi
obra antes que alguien, que esté poco acostumbrado a la especulación abstracta
o que tenga nociones distintas de las mías, no me comprenda.
[...]
A la república del conocimiento no le faltan en estos tiempos míos sus grandes
arquitectos, cuyos diseños al hacer avanzar a la ciencia, dejarán monumentos
duraderos a la posteridad. Pero no todos pueden esperar ser un Boyle o un
Sydenham. En una época que produce maestros del calibre de Huygens, el
incomparable Sr. Newton y otros de su talla, es ambición suficiente el ser
utilizado como un peón que limpia un poco el suelo y remueve la basura que yace
en el camino del conocimiento
SECCIÓN
B
Libro
I. De las nociones innatas, Capítulo I, Introducción
1. La
investigación acerca del entendimiento es agradable y útil. Puesto que el
entendimiento es lo que sitúa al hombre por encima del resto de los seres
sensibles y le concede todas las ventajas y potestad que tiene sobre ellos. El
es ciertamente un asunto que hasta por su dignidad amerita el trabajo de ser investigado.
El entendimiento, como el ojo, en tanto nos permite ver y percibir todas las
demás cosas, no se advierte a sí mismo. Es necesario destreza y esfuerzo para
ponerlo a distancia y convertirlo en su propio objeto. No importan las
dificultades que ofrezca esta investigación.
Tampoco
importa qué es aquello que nos tiene tan en la oscuridad a nosotros mismos.
Toda
la luz que podamos derramar sobre nuestras propias mentes y todo el trato que
podamos establecer con nuestro propio entendimiento, no sólo será muy agradable,
sino que nos acarreará grandes ventajas para el gobierno de nuestro pensamiento
en la búsqueda de las demás cosas.
2. El
diseño. Mi propósito es investigar los orígenes, la certidumbre y el
alcance del entendimiento humano, junto con los fundamentos y grados de las
creencias, opiniones y asentimientos. No discutiré en detalle las
consideraciones físicas de la mente, ni me ocuparé en examinar en qué puede
consistir su esencia, o por qué movimientos de nuestros espíritus o
alteraciones de nuestros cuerpos llegamos a tener sensaciones en nuestros
órganos, o ideas en nuestros entendimientos, ni tampoco, si en su formación,
esas ideas, algunas o todas, dependen o no de la materia [...]
3. El
método. Merece la pena, pues, averiguar los límites entre la opinión y el
conocimiento, y examinar, tocante a las cosas de las cuales no tenemos un conocimiento
cierto, por qué medidas debemos regular nuestro asentimiento y moderar nuestras
convicciones. Para este fin me ajustaré al siguiente método: Primero,
investigaré el origen de esas ideas, nociones o como quieran llamarse, que una
persona puede advertir y de las cuales es consciente que tiene en su mente, y
de la manera cómo el entendimiento llega a hacerse con ellas. Segundo,
intentaré mostrar qué conocimiento obtiene por esas ideas el entendimiento, y
cuál es su grado de certidumbre, su evidencia y su alcance [...]
5. Nuestras
capacidades son las adecuadas a nuestro estado y a nuestros intereses.
[...] los hombres encontrarán suficiente materia para ocupar sus cabezas y para
emplear sus manos con variedad, gusto y satisfacción, si no se ponen en osado
conflicto con su propia constitución y desperdician los beneficios de que sus
manos están llenas, porque no son lo bastante grandes para asirlo todo.
No
tendremos motivo para dolernos de la estrechez de nuestras mentes, a condición
de dedicarlas a aquello que puede sernos útil, porque de eso son en extremo
capaces.
Sería
una displicencia tan imperdonable como pueril, el desestimar las ventajas que
nos ofrece nuestro conocimiento y descuidar el mejorarlo con vista a los fines
para los cuales nos fue dado, sólo porque hay algunas cosas que están fuera de
su alcance. No sería excusa válida la de un criado perezoso y terco, alegar que
le hacía falta la luz del sol para negarse a cumplir con sus tareas a la luz de
una vela. La vela que en nosotros brilla lo hace con intensidad suficiente para
todas nuestras necesidades. Los descubrimientos que su luz nos permita deben
satisfacernos.
Sabremos
emplear de buena manera nuestros entendimientos, cuando nos ocupemos de todos los
objetos de la manera y en la proporción en que se acomoden a nuestras
facultades... sin exigir perentoria o destempladamente una demostración, ni
tampoco certeza, allí donde sólo podemos aspirar a la mera probabilidad [...]
Si fueramos a descreerlo todo, sólo porque no podemos conocerlo todo con
certeza, obraríamos tan neciamente como un hombre que tan sólo porque carece de
alas para volar, no quisiera usar sus piernas, permaneciera sentado y pereciera.
8. Lo
que mienta la palabra “idea”: [...] antes de continuar [...] debo excusarme
por mi uso tan frecuente de la palabra “idea”. Este es el término que, según creo,
sirve mejor para significar aquello que es el objeto del entendimiento cuando una
persona piensa. Lo he usado para expresar lo que también se entiende por [...]
noción, especie, y todo aquello de lo cual puede ocuparse la mente cuando
piensa. No he podido evitar el uso frecuente de dicho término. Supongo que se me
concederá sin dificultad que hay tales ideas en la mente de los seres humanos.
Todos tienen conciencia de ellas en sí mismos. Y, por otra parte, las palabras
y los actos de los demás muestran satisfactoriamente que están en sus mentes.
Nuestra primera investigación será, pues, preguntar cómo entran las ideas en la
mente.
SECCIÓN
C
Libro
II. De las ideas, Capítulo I. De las ideas en general y de su origen
1. La
idea es el objeto del acto de pensar: Todas las personas son conscientes de
que piensan. Aquello en que se ocupa su mente mientras está pensando son las
ideas que están allí. No hay duda de que los seres humanos tienen en su mente
varias ideas, tales como las expresadas por las palabras blancura, dureza,
dulzura, pensamiento, movimiento, hombre, elefante, ejército, ebriedad y muchas
otras. Resulta, entonces, que lo primero que debe averiguarse es cómo llegan a
tenerlas. Ya sé que muchos creen que tenemos ideas innatas y que ciertos caracteres
originarios están impresos en la mente desde el primer momento de su ser. Esta
opinión ha sido ya examinada con detenimiento y descartada en el Libro I de
este tratado. Pero esa refutación será mucho más fácilmente admitida una vez
que se haya mostrado de dónde realmente puede tomar el entendimiento todas las
ideas que tiene. Y también por qué vías y grados pueden penetrar en la mente, para
lo cual invocaré la observación y la experiencia de todos.
2. Todas
las ideas vienen de la sensación o de la reflexión: Supongamos, entonces,
que la mente sea, como se dice, un papel en blanco, limpio de toda inscripción
y sin ninguna idea. ¿Cómo llega a tenerlas? ¿De dónde se hace la mente de ese
prodigioso cúmulo, que la activa e ilimitada imaginación de los seres humanos
ha pintado en ella, en una variedad casi infinita? ¿De dónde sale todo ese
material de la razón y del conocimiento? A esto contesto con una sola palabra,
de la experiencia. He allí el fundamento de todo nuestro saber, y de allí es de
donde en última instancia éste deriva. Nuestra observación de los objetos
sensibles externos, o acerca de las operaciones internas de nuestra mente que
percibimos, y sobre las cuales reflexionamos nosotros mismos es lo que provee a
nuestro entendimiento de todos los materiales del pensar. Estas dos son las fuentes
del conocimiento, de allí surgen todas las ideas que tenemos o que podamos
naturalmente tener.
3. Los
objetos de la sensación, uno de los orígenes de las ideas: En primer lugar,
nuestros sentidos, que tienen trato con objetos sensibles particulares, transmiten
respectivas y distintas percepciones de cosas a la mente, según los variados
modos en que esos objetos los afectan. Es así como llegamos a poseer esas ideas
que tenemos de amarillo, de blanco, de calor, de frío, de lo blando, de lo
duro, de lo amargo, de lo dulce y de todas aquellas que llamamos cualidades
sensibles. Lo cual, cuando digo que eso es lo que los sentidos transmiten a la
mente, quiero decir, que ellos transmiten desde los objetos externos a la mente
lo que en ella produce aquellas percepciones. A esta gran fuente, que origina
el mayor número de las ideas que tenemos [...] en el entendimiento, la llamo
sensación.
4. Las
operaciones de nuestra mente son el otro origen de las ideas. Pero, en
segundo lugar, la otra fuente de donde la experiencia provee de ideas al
entendimiento es la percepción de las operaciones interiores de nuestra propia
mente al estar ocupada en las ideas que tiene. Estas operaciones, cuando la
mente reflexiona sobre ellas y las considera, proveen al entendimiento de otra
serie de ideas, que no podrían haberse derivado de cosas externas, tales como
las ideas de percepción, de pensar, de dudar, de creer, de razonar, de conocer,
de querer, y de todas las diferentes actividades de nuestras propias mentes.
De
estas ideas, puesto que las tenemos en la conciencia y que podemos observarlas
en nosotros mismos, recibimos en nuestro entendimiento ideas tan distintas como
recibimos de los cuerpos que afectan a nuestros sentidos. Esta fuente de origen
de ideas la tienen todos en sí mismos. A pesar de que no es un sentido, ya que
no tiene nada que ver con objetos externos, con todo se parece mucho a un
sentido y, con propiedad, puede llamársele sentido interno. Así como a la otra
llamé sensación, a ésta la llamo reflexión, porque las ideas que ofrece son
sólo tales como aquellas que la mente consigue al reflexionar sobre sus propias
operaciones dentro de sí misma
[...].
Estas dos fuentes, las cosas externas materiales, como objetos de sensación, y
las operaciones internas de nuestra propia mente, como objetos de reflexión, son,
para mí, los únicos orígenes de donde todas nuestras ideas proceden
inicialmente.
5. Todas
nuestras ideas son o de la una o de la otra clase. Me parece que el
entendimiento no tiene idea alguna como no sean las que ha recibido de uno de
esos dos orígenes. Los objetos externos proveen a la mente de ideas de
cualidades sensibles, que son todas esas diferentes percepciones que producen
en nosotros. Y la mente provee al entendimiento con ideas de sus propias operaciones
[...].
Examine
cualquiera sus propios pensamientos y hurgue a fondo en su propio
entendimiento, y que me diga, después, si no todas las ideas originales que
tiene allí son de las que corresponden a
objetos de sus sentidos, o a operaciones de su mente, consideradas como objetos
de su reflexión.
Por
grande que sean los conocimientos allí alojados, verá, si lo considera con
rigor, que en su mente no hay más ideas sino las que han sido impresas por
conducto de una de esas dos vías, aunque, quizá, combinadas y ampliadas por el
entendimiento con una variedad infinita, como veremos más adelante.
SECCIÓN
D
Capítulo
IV. De la solidez
1. Recibimos
esta idea por el tacto. La idea de la solidez la recibimos por
nuestro tacto. Surge de la resistencia que advertimos en un cuerpo a que
cualquier otro cuerpo ocupe el lugar que posee, hasta que cede. No hay ninguna
otra idea que recibamos más constantemente por vía de sensación que la de
solidez. Ya sea que estemos en movimiento o bien en reposo, cualquiera que sea
la posición en que estemos, siempre sentimos algo debajo de nosotros, algo que
nos sostiene. Y los cuerpos que manejamos, a diario nos hacen percibir que
mientras están en nuestras manos, por una fuerza invencible, impiden que se
acerquen las partes de nuestras manos que los oprimen. A eso que impide el
acercamiento de dos cuerpos, cuando se mueven el uno hacia el otro, lo llamo la
solidez [...] la noción común de la solidez permite, aún si no lo justifica,
tal uso de ella. Pero, si alguien piensa que sería mejor llamarle impenetrabilidad,
tiene mi permiso.
Esta
es la idea que está más íntimamente unida con, y que es esencial a, lo
corpóreo, de tal suerte que solo se la encuentra y puede ser imaginada en la
materia. Nuestros sentidos no toman nota de ella sino en masas de materia que
por su volumen sean suficientes para producir en nosotros una sensación. Sin
embargo, una vez que la idea ha sido adquirida por experiencia en los cuerpos más
grandes, la mente la persigue más allá y la considera a ella, así como también
a la forma, en la partícula más diminuta de materia que pueda existir, y la
encuentra inseparablemente inherente a lo material o corpóreo, dondequiera que
esté y en todos sus estados.
2. La
solidez llena el espacio: Por esta idea, perteneciente a lo corpóreo, es
como concebimos que el cuerpo llena el espacio. Esta idea de llenar el
espacio implica que, en dondequiera que imaginemos que algún espacio está
ocupado por una substancia sólida, concebimos que esa substancia lo posee de
tal modo que excluye a toda otra substancia sólida [...]
3. Es
diferente del espacio: Esta resistencia, por la cual un cuerpo impide que
otros cuerpos ocupen el espacio que posee, es tan grande que no hay fuerza, por
más poderosa que sea, que pueda vencerla.
Todos
los cuerpos del mundo presionando por todos lados a una gota de agua no podrán jamás
vencer la resistencia que ofrecerá, blanda como es, a que se toquen los unos o
los otros, hasta que no se quite de en medio. De aquí que nuestra idea de
solidez se distinga tanto del espacio puro, que es incapaz de resistencia o
movimiento, como también de la idea común de dureza [...] De donde, me parece,
tenemos la idea clara del espacio sin solidez [...]
4. Es
diferente de la dureza: De aquí se sigue que la solidez se diferencia
también de la dureza. La solidez consiste en la ocupación completa del espacio,
y por lo tanto, en que excluye de un modo absoluto a otros cuerpos del espacio
que posee. Pero la dureza consiste solo en una cohesión firme de las partes de
materia que componen las masas cuyo volumen podemos percibir [...]. Y en
realidad, duro y blando no son sino nombres que les damos a las cosas en
relación a la constitución de nuestros propios cuerpos. Así, decimos en general
que es duro aquello que nos causa un dolor, antes que cambiar de forma por la
presión de cualquier parte de nuestro cuerpo; y por lo contrario, decimos que
algo es blando, cuando modifica la situación de sus partes al ser tocado por
nosotros sin esfuerzo, ni dolor.
Pero
esta dificultad que hay en hacer que cambie la situación de las partes
perceptibles entre sí, o que cambie la forma del todo, no le comunica mayor
solidez al cuerpo más duro del mundo que al más blando; y un diamante no es más
sólido que el agua [...]
5. De
la solidez dependen el impulso, la resistencia y la exclusión: Por esta idea
de la solidez se distingue la extensión del cuerpo de la extensión del espacio,
ya que la extensión del cuerpo no es nada, sino la cohesión a continuidad de
partes sólidas, separables y movibles, y la extensión del espacio, la
continuidad de partes que no son sólidas sino inseparables e inmóviles [...]
6. Qué
sea la solidez: Si alguien me pregunta ¿qué es la solidez? lo remito a sus
propios sentidos para que lo informen: tome entre sus manos un pedernal o un
balón y trate de juntarlas y así sabrá. Si no le parece ésta una explicación
suficiente de la solidez, qué cosa sea, y en qué consiste, yo le prometo decirle
qué cosa es y en qué consiste, cuando él me diga qué es pensar y en qué
consiste, o cuando me explique qué es la extensión o el movimiento, lo cual,
quizá, parece más fácil.
Capítulo
VIII. Otras consideraciones acerca de nuestras ideas simples
7. Ideas
en la mente y cualidades en los cuerpos. Para mejor descubrir la naturaleza
de nuestras ideas y para discurrir inteligiblemente acerca de ellas será
conveniente distinguirlas en cuanto son ideas o percepciones en nuestra mente,
y en cuanto son modificaciones de materia en los cuerpos que causan en nosotros
dichas percepciones. Y, para que no pensemos (como quizá se hace habitualmente)
que las ideas son exactas imágenes y semejanzas de algo inherente al sujeto que
las produce. La mayoría de las ideas de sensación no son más en la mente la
semejanza de algo que exista fuera de nosotros, que los nombres que las
significan son una semejanza de nuestras ideas, aunque al escuchar esos nombres
no dejan de provocarlas en nosotros.
8.
Todo aquello que la mente percibe en sí misma, o todo aquello que es el objeto
inmediato de percepción, de pensamiento o de entendimiento, a eso llamo idea; y
a la potencia para producir cualquier idea en la mente, llamo cualidad del
objeto en el cual reside ese poder. Así, una bola de nieve tiene la potencia de
producir en nosotros las ideas de blanco, frío y redondo; a
esas potencias para producir en nosotros esas ideas, en cuanto que están en la
bola de nieve, las llamo cualidades; y en cuanto son sensaciones o
percepciones en nuestro entendimiento, las llamo ideas; de las cuales
ideas, si algunas veces hablo de ellas como estando en las cosas mismas, quiero
que se me entienda que me refiero a esas cualidades en los objetos que producen
esas ideas en nosotros.
9. Cualidades
primarias. Así consideradas, las cualidades en los cuerpos son, primero,
aquellas enteramente inseparables de la materia, cualquiera que sea el estado
en que se encuentre, y tales que las conserva constantemente en todas las
alteraciones y cambios que dicha materia pueda sufrir a causa de la mayor
fuerza que pueda ejercerse sobre ella. Esas cualidades son tales que los sentidos
constantemente las encuentran en cada partícula de materia con tamaño
suficiente para ser percibida, y tales que la mente las considera como
inseparables de cada partícula de materia, aun cuando sean demasiado pequeñas
como para que nuestros sentidos puedan percibirlas individualmente.
Por
ejemplo, tomemos un grano de trigo y dividámoslo en dos partes; cada parte
todavía tiene solidez, extensión, forma y movilidad. Divídase una vez más, y
las partes aún retienen las mismas cualidades; y si se sigue dividiendo hasta
que las partes se hagan imperceptibles, retendrán necesariamente, cada una de
ellas, todas esas cualidades. Porque la división (que es todo cuanto un molino
o un triturador o cualquier otro cuerpo le hace a otro al reducirlo a partes
imperceptibles) no puede jamás quitarle a un cuerpo la solidez, la extensión,
la forma y la movilidad, sino que tan sólo hace dos o más masas distintas y
separadas de la materia que antes era una; todas las cuales, consideradas desde
ese momento como otros tantos cuerpos distintos, hacen un cierto número
determinarlo, una vez hecha la división. A esas cualidades llamo cualidades originales
o primarias de la materia, las cuales, creo, podemos advertir que producen en
nosotros las ideas simples de la solidez, la extensión, la forma, el
movimiento, el reposo y el número.
10.Pero,
en segundo lugar, hay cualidades tales que en verdad no son nada en los objetos
mismos, sino potencias para producir en nosotros diversas sensaciones por medio
de sus cualidades primarias; es decir, por el tamaño, la forma, la textura y el
movimiento de sus partes imperceptibles, como lo son los colores, sonidos,
sabores, etc. A éstas llamo cualidades secundarias.
11. Cómo
producen sus ideas las cualidades primarias. El siguiente asunto que debe
considerarse es cómo los cuerpos producen ideas en nosotros, y manifiestamente,
la única manera en que podemos concebir que operen los cuerpos es por impacto.
12.Si,
por lo tanto, los objetos externos no se unen a nuestra mente cuando producen
ideas en ella, y, sin embargo, percibimos esas cualidades originales de aquellos
objetos que individualmente caen bajo nuestros sentidos, es evidente que habrá
algún movimiento en esos objetos que, afectando algunas partes de nuestro
cuerpo, se prolongue por conducto de nuestros nervios o espíritus hasta el
cerebro o el asiento de la sensación, para producir allí en nuestra mente las
ideas particulares que tenemos acerca de dichos objetos. Y puesto que la extensión,
la forma, el número y el movimiento de cuerpos de tamaño observable pueden
percibirse a distancia por medio de la vista, es evidente que algunos cuerpos
individualmente imperceptibles deben venir de ellos a los ojos, y de ese modo
comunican al cerebro algún movimiento que produce esas ideas que tenemos en
nosotros acerca de tales objetos.
13.Cómo
producen sus ideas las cualidades secundarias. De un modo igual al que se
producen en nosotros las ideas de las cualidades primarias, podemos concebir que
también se producen las ideas de las cualidades secundarias, es decir, por la
operación de partículas imperceptibles sobre nuestros sentidos. Porque es
manifiesto que hay cuerpos, y cuerpos en gran cantidad, cada uno de los cuales
es tan pequeño que no podemos por nuestros sentidos descubrir ni su volumen, ni
su forma, ni su movimiento, como es evidente respecto a las partículas del aire
y del agua, y respecto a otras extremadamente más pequeñas que ésas, quizá
tanto más pequeñas que las partículas de aire y de agua, como más pequeñas son
las partículas de aire y de agua respecto a un guisante o a un granizo.
Vamos
a suponer, entonces, que los diferentes movimientos y formas, volumen y número
de tales partículas, al afectar los diversos órganos de nuestros sentidos,
producen en nosotros esas diferentes sensaciones que nos provocan los colores y
olores de los cuerpos; que una violeta, por ejemplo, por el impulso de tales
partículas materiales imperceptibles, de formas y volúmenes particulares y en diferentes
grados y modificaciones de sus movimientos, hagan que las ideas del color azul
y del aroma dulce de esa flor se produzcan en nuestra mente. Puesto que no es
mayormente imposible concebir que Dios haya unido tales ideas a tales
movimientos con los cuales no tienen ninguna similitud, que lo sea concebir que
haya unido la idea de dolor al movimiento de un pedazo de acero que divide
nuestra carne, movimiento respecto al cual esa idea de dolor no guarda ninguna
semejanza.
14.Cuanto
he dicho tocante a los colores y olores, puede entenderse también respecto a
sabores, sonidos y demás cualidades sensibles semejantes, las cuales, cualquiera
que sea la realidad que equivocadamente les atribuimos, no son nada en verdad
en los objetos mismos, sino potencias para producir en nosotros diversas
sensaciones, y dependen de aquellas cualidades primarias, a saber: volumen,
forma, textura y movimiento de sus partes, como ya dije.
15. Las
ideas de las cualidades primarias son semejanzas; no así las ideas de las
cualidades secundarias.
De
donde, creo, es fácil sacar esta observación: que las ideas de las cualidades
primarias de los cuerpos son semejanzas de dichas cualidades, y que sus modelos
realmente existen en los cuerpos mismos; pero que las ideas producidas en
nosotros por las cualidades secundarias, en nada se les asemejan. Nada hay que
exista en los cuerpos mismos que se asemeje a esas ideas nuestras.
En
los cuerpos a los que denominamos de conformidad con esas ideas, sólo hay un
poder para producir en nosotros esas sensaciones; y lo que en idea es dulce,
azul o caliente, no es, en los cuerpos que así llamamos, sino cierto volumen,
forma y movimiento de las partes insensibles de los cuerpos mismos.
16.A
la flama se denomina caliente y ligera, a la nieve, blanca y fría y al azúcar,
blanca y dulce, por las ideas que producen en nosotros. Se piensa comúnmente
que dichas cualidades son, en esos cuerpos, lo mismo que esas ideas que están
en nosotros: las unas la semejanza perfecta de las otras, como lo serían en un
espejo; y el que diga lo contrario será juzgado de muy extravagante por la
mayoría de los hombres. Sin embargo, quien considere que el mismo fuego, que a
cierta distancia produce en nosotros la sensación de calor, produce en nosotros,
si nos acercamos más, la muy diferente sensación de dolor, deberá reflexionar
para sí mismo sobre la razón que pueda tener para decir que su idea de calor,
que fue producida en él por el fuego, esté en realidad en el fuego; y que su
idea de dolor, que el mismo fuego le produjo del mismo modo, no esté en el fuego.
¿Por qué razón han de estar la blancura y la frialdad en la nieve y no ha de
estarlo el dolor, ya que ella produce en nosotros todas esas ideas; lo que no
puede hacer sino por el volumen, la forma, el número y el movimiento de sus
partes sólidas?
19. Las
ideas de las cualidades primarias son semejanzas; no así las ideas de las
cualidades secundarias.
Consideremos
los colores rojo y blanco en el pórfido, impídase que la luz caiga sobre él, y
sus colores desaparecen, y ya no producirá en nosotros esas ideas. Que la luz
vuelva, y entonces de nuevo producirá en nosotros esas apariencias. ¿Pensará
alguien que hubo una alteración real en el pórfido por la presencia y la
ausencia de luz, y que esas ideas de blancura y de rojez están realmente en el
pórfido iluminado, cuando es evidente que no tiene ningún color estando en la oscuridad?
En verdad, tiene, de día o de noche, una configuración de partículas tal, que
es capaz, por el rebote de los rayos de luz de algunas de las partes de esa
piedra dura, de producir en nosotros la idea de rojez, y de otras partes, la
idea de la blancura. Pero la blancura y la rojez no están nunca en el pórfido,
sino tan sólo una textura tal que tiene el poder de producir semejantes sensaciones
en nosotros.
20.Muélase
una almendra, y su limpio color blanco se convertirá en un blanco sucio, y su
sabor dulce en un sabor aceitoso. Pero ¿qué alteración real pueden acarrear en
un cuerpo los golpes del triturador, que no sea la alteración en su textura?
21.
Así entendidas y distinguidas las ideas, podremos dar razón por qué la misma
agua, en un mismo momento, es capaz de producir en una mano la idea de frío y
en la otra mano la idea de calor, en tanto que es imposible que la misma agua
sea fría y caliente al mismo tiempo, lo que tendría que acontecer si esas ideas
estuvieran realmente en ella. Porque si imaginamos que el calor, tal como está
en nuestras manos, no es sino un cierto tipo y grado de movimiento en las
partículas menudas de nuestros nervios o espíritus animales, podremos entender
cómo es posible que la misma agua pueda producir al mismo tiempo la sensación
de calor en una mano y la de frío en la otra.
John
Locke. Ensayo sobre el entendimiento humano (traducción especial para el
presente programa de la edición inglesa An essay concerning human
understanding de John W. Yolton (Dent, London, 1965).
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